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El proyecto de nunca arrancar y el derbi como bálsamo o puntilla

El derbi. El Madrid-Atleti calibrará el termostato del Bernabéu con el césped, con el banquillo y con el palco. Más le vale al equipo blanco recuperar la versión Chamartín, o sea el equipo que disfruta, golea y hace disfrutar porque, de torcerse, la tarde no va a ser cómoda ni para los jugadores, que ya no le pueden echar la culpa a Benítez, ni para Zidane, al que se empezará a mirar como técnico y no como leyenda y, sobre todo, a Florentino Pérez, el hombre que ha convertido al Madrid en una máquina de facturar a la misma velocidad que pierde identidad y competitividad deportiva, que la Liga radiografía.

Individualidades. Extraordinarios jugadores no hacen una gran plantilla. Individualmente, los jugadores del Real Madrid son impresionantes. Eso es incuestionable, pero otra cosa es tener una gran plantilla. Es el único grande de Europa con un solo delantero centro. Eso, por espectacular que sea el rendimiento de Benzema, es una carencia. Marcelo tampoco tiene sustituto natural y falta un centrocampista de jerarquía, estilo Busquets, que equilibre, o al menos lo intente, el poco trabajo hacia atrás que suelen hacer los tres de arriba. Para que Zidane, Figo y Ronaldo jugasen juntos, Makelele tenía que barrer. 

Isco no puede jugar de nueve. Más allá de su incuestionable magnetismo y el predicamento que tiene sobre sus futbolistas, al entrenador Zidane hay que verle en partidos como el de Málaga. Convencer a Cristiano de que juegue un solo partido donde menos le gusta o dar un golpe de efecto metiendo a Borja Mayoral, el único delantero centro puro en la expedición de inicio, hubiese sido lo que otros técnicos llaman ‘decisiones de entrenador’. Empezar un partido con Isco como punta habla a las claras de una plantilla incompleta y de un talento desperdiciado.

Bartomeu y la temida Premier. Conviene no dejar en saco roto la reflexión del presidente del Barcelona sobre la competencia de la Premier. El hecho de no citar al Real Madrid me recordó a la frase de Napoleón: “Cuando el enemigo se equivoca, no lo distraigas”. Es la paradoja del fútbol. Al Barça, con todos sus problemas fiscales y judiciales, sólo le quita la sonrisa la fortaleza económica y la proyección planetaria de la liga inglesa. Es lo que tiene vivir agarrado a un modelo futbolístico definido, con la renovación de Neymar en el bote. La pelotita, cuando entra, da más seguridad que la lista Forbes.