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El aura y la sonrisa de Zidane junto al desafiante Cristiano

El peso de la Champions. Es innegable el poderío del Real Madrid y de una imagen con Zidane y Cristiano Ronaldo, en la primera rueda de prensa de la fase determinante de la Champions. Está clarísimo que la estrella se siente divinamente (Zizou lo diría de manera más sonora) al lado del francés, que le colma de halagos y le define sin dobleces como el mejor jugador del mundo. El portugués no es ajeno a ese aura, del que habló Varane, para definir la manera en la que los jugadores del Madrid miran a su entrenador. Sin embargo, su manera de encarar la crítica es muy diferente.

La nueva sonrisa del Madrid. Llega la hora de la verdad para el Real Madrid en su competición fetiche y Zidane no deja de sonreír. Es un personaje fascinante. Capea la preocupante recaída de Bale o el tono desafiante de Cristiano sin una mala mueca. Desdramatiza, no busca fantasmas ni inventa campañas, sólo intenta disfrutar de su profesión y de su oportunidad, haciendo mejor en lo físico, en lo anímico y en lo táctico a un grupo de jugadores extraordinarios y que se sienten liberados. Como cuando jugaba, quiere hacer fácil lo difícil.

CR dispara verdades. Puede ser que Cristiano no trabaje demasiado la empatía, que se equivoque levantándose cuando su traductor aún no ha acabado, pero no se le puede negar que habla como juega. Es directo, desafiante, punzante y cristalino en cada uno de sus gestos. Huye de los tópicos y de los lugares comunes, mira a los ojos y dispara sus verdades, incluso secretos del vestuario del Manchester United, para defender su manera de entender las relaciones profesionales, una manera de competir, que no de vivir.

Frente a la sublimación del Barça. El Madrid puso sobre la mesa los pilares en los que se asienta el difícil reto de competir contra el mejor equipo de la historia. El único atajo para minimizar la indiscutible jerarquía futbolística azulgrana en esta era es la Champions. Zidane y Cristiano lo saben. La aventura sigue en Roma. Conviene no minimizar a los rivales y mucho menos a los italianos, por mal que esté su campeonato. Ya ocurrió con la Juve y la cornada fue de dimensiones siderales.