Juanma Trueba

El penalti de Messi y los caballos de Diego Velázquez

En el David de Miguel Ángel, una de las obras maestras del Renacimiento, se advierte una acusada desproporción de cabeza, torso y manos, excesivamente grandes para los criterios clásicos. Menos comentado es que el pene de la figura debiera estar circuncidado, tal y como corresponde a un judío. En el cuadro La rendición de Breda, de Velázquez, se observa una corrección en la pezuña trasera del caballo que aparece en primer plano. Ocurre también con el caballo que monta Felipe IV, retocado, en este caso, en las patas delanteras. 

Si cambiamos El Prado por el prado, estamos en condiciones de afirmar que el mejor gol de Pelé fue uno que no metió, y metió 1.282. Me refiero, ya lo supondrán, al que intentó contra Uruguay en el Mundial de 1970. Pelé regateó a Mazurkiewicz sin tocar el balón y aún sin tocarlo trazó un asombroso autopase que, en última instancia, y cuando por fin se vio obligado a tocar la pelota, no acertó a convertir en gol. El balón salió fuera, pero cualquier día entrará.

El David, de Miguel Ángel.

Todos estos hechos son tan constatables como que Angelina Jolie tiene juanetes, aunque para apreciarlo, y ofenderse, haya que viajar a la Patagonia de su anatomía. El consejo, para quienes tengan la tentación de arruinar una velada prometedora, siempre es el mismo: nunca levantes la tapa de la hamburguesa que te estás comiendo. Especialmente si te gusta.

Valga esta prolija introducción para decir que Luis Suárez, Neymar y Rakitic estaban en posición antirreglamentaria en el denominado ‘Penalti de Messi’, tal y como se puede certificar en la captura de televisión. Recién comenzada la semana de los elogios, sólo osaremos decir que esta disrupción normativa es comparable al desajuste en las patas de los caballos de Velázquez: existe, pero no se considera.

De modo que acertó el árbitro, pese a fallar. De haber anulado la acción, se hubiera visto sometido al reproche de la historia, aunque no se puede descartar que, desairados los protagonistas, les diera por ejecutar un lanzamiento todavía más gourmet, quizá carpaccio de Panenka sobre lecho de Lambretta.

Lo que parece comprobado es que el prodigioso penalti no salió como fue imaginado. La jugada estaba planeada por Messi y Neymar para el remate del brasileño. Si Suárez se entrometió no se debe sólo a su voracidad caníbal, sino a que dio por seguro que Messi lo fallaría, lo que no es una presunción malévola, sino estadística. 

Desde esta perspectiva, la jugada habría nacido de una falta de sintonía en la MSN y esa es la única y leve esperanza de la leal oposición: que la desconfianza y el egoísmo hayan comenzado a resquebrajar la armonía de los artistas siameses.

Si no es así, si los genios se siguen amando, asistiremos a más creaciones únicas sin más consuelo para los madridistas que las patas de los caballos de Velázquez. O la circuncisión.