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El partido entre corchetes

Este es el partido innecesario; podría decirse, incluso, que fue el partido que nunca existió, ni siquiera hubo vencedores o vencidos; fue como la guerra de Troya, que nunca existió. No jugaron, o jugaron a nada, como si no los estuvieran viendo; nadaron en un mar sin interés, descolorido y feo, como si fuera un territorio apestado al que fueron arrojados contra su voluntad, para saludar a unos parientes aburridos. No hubo ninguna jugada, como si los futbolistas se hubieran aliado para hacer de la metáfora de AS, un partido funeral, la competición sin brillo sobre el terreno de juego.

Ni siquiera hubo victoria: un empate en estas circunstancias sabe a cotufas en el golfo, y se produjo el empate, como si el marcador conspirara también para que se produjera este suma cero que fue en definitiva la vuelta de una ida fuera de lo común. El Barça hizo una exhibición al completo en el Camp Nou. Anoche, demediado como si hubiera caído sobre su alineación una bomba atómica, nadie destacó, hasta que llegó el gol del empate, cuya hechura se pareció, tan tarde, al fútbol del Barcelona. De resto, no hubo nada, nadie hizo nada, nadie aspiraba a nada.