Juanma Trueba

Piqué: psicoanálisis sobre un diván a partir de Shakira

Para ver la vida como Piqué hay que subir al último piso de un rascacielos. Y ni siquiera así tendríamos la perspectiva adecuada; todavía nos sacaría una cabeza. Permitan la cita: “Hombres y mujeres no son solamente ellos mismos; son también la región en la que nacieron, el apartamento o la granja en la que aprendieron a caminar, los juegos que jugaron, las supersticiones que escucharon, la comida que comieron, las escuelas a las que acudieron, los deportes que practicaron, los poetas que leyeron y el Dios en el que creyeron. Todos esas cosas les han hecho lo que son y esas son las cosas que no puedes saber de oídas”. Si les ha gustado lo anterior les recomiendo que lean la novela ‘El filo de la navaja’, de Somerset Maugham.

Lo que pienso hacer a partir de aquí es ignorar el consejo del viejo Somerset. Pretendo divagar sobre Gerard Piqué sin conocerle personalmente y lo haré desde Madrid, más cerca de La Castellana que del Manzanares, lo que supone añadir a todo lo que se me interpone los filtros de la distancia y del prejuicio. Me dispongo a transgredir, por tanto, las más elementales reglas de la prudencia, despreciando buenos consejos y mejores refranes: “Cuando alguien juzgue tu camino, préstale tus zapatos”.

Enunciados los prejuicios, debo hacer notar las inclinaciones. A mí me gusta Shakira, afirmación que matizaré antes de que alguien ponga el grito en el cielo: la escucho en el coche y en los tonos más bajos canto con ella. Supongo que este hecho condiciona de algún modo mi percepción de su esposo, tanto en lo bueno y como en lo malo. Doy por seguro que también influye que Piqué sea un tipo apuesto. Los hombres guapos generan cierta prevención entre nosotros los tipos convencionales. Digo prevención, pero al mismo tiempo hay algo de admiración, envidia, amenaza e imitación.

Prosigamos. Hace pocos días, El País publicó una divertida entrevista con Shakira firmada por Jacinto Antón, al que toca felicitar, pues aprovechó al máximo el tiempo que se le concedió (intuyo que poco) en un acto promocional. Preguntada por Piqué, Shakira contestó: “Gerard es un hombre con gran carisma y que despierta muchas pasiones, comenzando por mí. Él vive sin miedo, es un tipo feliz y juguetón, esencialmente. Hay gente a la que le molesta su actitud, pero él está jugando. No tiene ninguna mala intención. Es un hombre muy auténtico y muy divertido”. Juraría que en esa respuesta está todo que queremos saber sobre Piqué. Sólo tenemos que aplicar la rebaja necesaria, detectar los eufemismos y cavar entre líneas. 

En el fondo, la declaración de Shakira es una declaración de amor y sólo hay que despojarla de algunas flores. Cuando dice “juguetón”, y cuando incide en su afán por jugar, debemos entender que su marido es infantil en ciertos aspectos, de un infantilismo más travieso que ingenuo. Esta impresión encaja con las actitudes de Piqué que más irritan: el salivazo a un directivo de la Federación, provocaciones tuiteras (emoticonos incluidos) y su afición a saltar en todos los charcos. De su capacidad para despertar pasiones no hay quien dude. Ni de su felicidad, ni de su ausencia de miedo. Tampoco de que le gusta la diversión. Piqué tiene 29 años y carece de traumas conocidos. Digamos que su vida siempre ha girado entre el bien y el muy bien. Familia bien, bien de amigos, bien de amigas, bien de guapo y bien de fútbol. Su notabilísima inteligencia (140) le hace disfrutar de su suerte, y aprovecharla, pero no evita que desbarre ante la Guardia Urbana o que en ocasiones frene tarde, o que no frene nunca.

Se equivocan quienes dicen que Piqué es independentista, porque en realidad es independiente, el más vivo ejemplo de la autodeterminación de uno mismo. Diría que por esa razón no es el capitán del Barça y que por el mismo motivo le cuesta tanto aceptar que en la Selección no se representa sólo a sí mismo.

Me gusta Piqué, pese a todo. Celebro su diferencia, aunque difiera de algunas de sus travesuras. En general, aplaudo su alegría vital y envidio que Shakira le cante en la ducha. Pero lo que más valoro y lo que más me emociona, lo que me inclina hacia su lado definitiva y filosóficamente, es que Piqué, el auténtico (creo), me sigue en Twitter.