El enemigo desconocido
En todo vestuario suele haber algún jugador o técnico que vive atento a la información meteorológica. Este interés está alejado del que tiene el común de los mortales, que le vale para tener algo de que hablar al cruzarse con el vecino o saber si tender fuera o dentro la colada. El fútbol se desarrolla bajo cualquier condición meteorológica, algo que olvida el público y la gran mayoría de analistas. Y de entre todos los fenómenos, el mayor enemigo es, con mucha diferencia, el más difícil de apreciar desde casa: el viento.
El domingo lo deslizó Luis Enrique en rueda de prensa y lo que era una explicación para el juego espeso visto en el partido fue recibido como excusa por los de siempre en las redes sociales. Esa reacción muestra que la afición desconoce la gran influencia que tienen estas condiciones en un partido. Marcelino, tras empatar sin goles el sábado bajo la lluvia ventosa de San Mamés, afirmó entre dientes que al punto le daba más valor porque su equipo, mediterráneo, lo había conseguido en un típico partido del norte. Hace unas semanas, en un Stoke-Manchester United, la velocidad del viento racheado fue la culpable de los dos goles del partido. Nada se habló de ello.
En cambio, Manu Sarabia, en la retransmisión del Levante-Barça, explicó con detalle en qué y cómo estaba influyendo el viento en la incomodidad del líder para asegurar los tres puntos y del Levante para hacer buena la sensación de peligro que dio los 90 minutos. Muchas lecciones públicas de este tipo se necesitan para que el tiempo deje de ser el enemigo desconocido y el aficionado comprenda que, en un día así, pasa a ser un protagonista más que explica casi todo lo que se ve sobre el césped. Por eso mismo, no sirve poner excusas.