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No es una Copa de más

Está mal decirlo en este tiempo en que el dinero parece que es la única vía al triunfo en el fútbol, pero es cierto que en este deporte se producen rasgos democráticos que lo hacen grande e inesperado.

Sin duda, los futbolistas grandes están donde se hallan los equipos muy grandes, pero en la copla de Los Sabandeños, que tanto le gusta a Relaño, se dice muy bien que “el chico ganó, el grande perdió”, y eso es saludable, pues hay pocas cosas tan buenas como ver caerse del caballo a los jinetes ricos y emperifollados.

Ahora están apeados de la Copa del Rey, que es la competición arbitrada para hacer visible esa democracia posible, nada menos que el Real Madrid, el Atlético de Madrid y el Athletic de Bilbao (este último, es verdad, vencido por uno de los mayores, que sufrió tantísimo). Lástima que la UD Las Palmas (lo digo por ánimo de pertenencia) no siga en liza, porque su pundonor lo merecía. Ahora sólo faltaría que el Celta diera el sorpasso y se plantara en la final con uno de los que ahora compiten juntos, el Valencia y el Barça, que son clásicos coperos.

El fútbol es un gran espectáculo cuya raíz y cuyo encanto residen en la capacidad de sorpresa. Que un tercera división se suba a las barbas de los grandes, que un segundón lidie en la misma cabecera de pista de los equipos que viven de los millones de sus arcas para renovar plantillas, produce en el aficionado una emoción que sólo se iguala por la victoria de los suyos.

Ha sido así desde que inauguramos nuestra afición por el fútbol; nos da rabia que nos ganen los chicos, pero hay dentro de esa negativa a aceptar tal humillación un mecanismo de admiración que convierte desde siempre al fútbol en un deporte en el que la lógica sólo sirve para administrar las estadísticas. Hay equipos, como el Barça y el Madrid, que vencen en todas las quinielas; cuando el azar (que es una forma del juego, no se olvide) los apea de este campeonato en particular, esa circunstancia proporciona salud al fútbol.

En esta temporada la salida del Madrid causó bochorno (entre los suyos), y en cierto modo precipitó la salida del entrenador que puso al jugador equivocado. Quién sabe si el Cádiz hubiera sido tan heroico como para derribar al Madrid de Florentino (todavía no de Zidane); de hecho, los chistes gaditanos le dieron a esa victoria el significado de una gesta, que no lo fue sino en los despachos y un poco, poquísimo, en el campo.

Pero lo verdadero es que el Madrid no está, y eso resulta un elemento más de novedad en esta liga tan especial que es la Copa del Rey o Copa de España o Copa de Más, que todo se puede decir ahora con tal de parecer originales.