La espada de Damocles sobre Rafa Benítez y el que nunca pierde
La odiosa comparación con Inglaterra. Mourinho siempre comenta a sus compañeros de profesión que Inglaterra es el paraíso del entrenador. No me extraña que le seduzca el United. Lo he vivido en mis carnes en los últimos cuatro días, en las entrañas de la Premier con Quique Sánchez Flores. El respeto reverencial al técnico del Watford, a su conocimiento, a su método y a sus impresionantes resultados en un recién ascendido. La afición del Watford canta su nombre no menos de 20 minutos cada partido y si pierde, multiplica el cántico. Imposible no acordarse por mimetismo de Rafa Benítez y la devoción que aún le tienen en Liverpool.
Florentino, el que nunca pierde. Tiene la habilidad para crear el caldo de cultivo adecuado alrededor de su técnico, haciéndole trabajar con la espada de Damocles sobre su cabeza. Juega a ser su único valedor, mientras encuesta a sus socios sobre posibles sustitutos, pregunta a sus capitanes una respuesta que ya conoce. Si toca echar a su décimo técnico es porque la grada, los caprichosos futbolistas y el resto de gestores se lo ha pedido. Si se da la vuelta a la tortilla, dirá que fue el único que creyó en él. Ya no cuela. Demasiadas veces enchufando la trituradora.
La campaña de Rafa. El Real Madrid necesita un modelo deportivo, de manera urgente. Más urgente que el cambio de entrenador. Y además de tenerlo, creer en él. El técnico tiene que tener visión y carisma para poner el fútbol en la cúspide de prioridades de la entidad y, por supuesto, poder de decisión en el capítulo de altas y bajas. A Benítez se le puede echar en cara poca inteligencia emocional a la hora de gestionar los egos de sus estrellas y no haber levantado la mano en la alineación indebida de Cheryshev. Asumir los errores ajenos como propios es otra forma de liderazgo. Eso y ser igual de valiente en sus alineaciones y en sus quejas internas que cuando habla de la Prensa.
El mensaje a los niños. Más allá de gozar el Boxing Day, de ver las tripas del fútbol inglés, me quedo con cómo cuidan y enseñan a los niños. En algunas academias hay dos normas que deberían ser de obligado cumplimiento en cualquier lugar del mundo. La primera tiene que ver con la prohibición a los padres de dirigirse a sus hijos y, por supuesto, a los árbitros, a riesgo de ser expulsados del club. Lo digo en calidad de padre pesado. La segunda tiene que ver con la obligación de jugar con botas negras, para evitar la diferencia de clases entre los propios chicos. Hay tanto que aprender aún.