Un festín agridulce
Puede que el enfado del madridismo empezase en Japón, pero nunca una goleada tan escandalosa tuvo un sabor más agridulce. Mientras hubo partido, o sea mientras jugaron once contra once, el Rayito de Paco Jémez tuteó al Madrid, le demostró que pasase lo que pasase, nunca cambiaría el guión, buscaría la portería de Keylor aún a riesgo de llevarse una goleada escandalosa. Es lo que tiene creer en tu técnico. Le metieron una decena, pero nunca tuvo más sentido la frase de Borges: “La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no conoce”.
El partido no da pie para análisis. Ni siquiera los cuatro goles de Bale, la primera vez que los marca en su carrera, le sirvieron para llevarse una atronadora ovación del Bernabéu cuando fue sustituido. En superioridad y en campo abierto, el galés estuvo en su salsa. Bale hizo su trabajo, el Madrid también. Imposible no compadecerse del Rayo.