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La saltadora de los pies en la tierra

Ruth engaña. Con esa sonrisa perenne, esa vocecita entre pija e infantil y una amabilidad congénita trasmite una primera impresión errónea. Muchos, cuando la conocen, creen que le falta carácter, que se la puede manejar. Nada más lejos de la realidad. Sí, de verdad es alegre, educada y simpática, pero debajo de esa primera capa esconde un carácter firme, una determinación a prueba de críticas y un gen competitivo indiscutible. A Ruth Beitia solo la maneja Ruth Beitia..., y quien ella quiera. Y no solo ahora, con un palmarés que ya la ha convertido en una leyenda del atletismo español respetada en el mundo entero, siempre ha sido así. Por eso, por ejemplo, nunca quiso hacer caso a los que la aconsejaban, siendo una promesa, marcharse a la Residencia Blume, ni a los que decían que para llegar a la elite pudiera necesitar un cambio de entrenador. Por no hablar de los que pronosticaban que nunca ganaría a las mejores al aire libre o que después de su amago de retirada tras la medalla de chocolate de Londres (saltando ¡2 metros!) era absurdo volver, que su tiempo en la elite había pasado.

Beitia, siempre sonriente, dijo no a todo eso. Se quedó en sus amadas pistas de La Albericia (mucho mejores desde que cuentan con un módulo cubierto, modesto, pero ideal para trabajar), convirtió a Ramón Torralbo, su entrenador desde los 12 años, en “mi 50%” permanente, ganó a las mejores también en campeonatos al aire libre, volvió a competir tras el disgusto londinense sencillamente porque le dio la gana..., y volvió a ganar. En España y fuera. En campeonatos y, rara avis en los atletas de nuestro país, en mítines, como demuestra ese diamante que exhibe con orgullo para AS. Y todo esto, sin perder nunca el contacto con la tierra. Es una estrella, está en política y posa para selfies, pero hace por Santander la misma vida de siempre. Un ejemplo: ni cambió de teléfono ni ha dado jamás largas a una entrevista.