Las lecciones de la historia
Han pasado tres lustros. La foto de grandes dimensiones aún engalana la zona noble del Bernabéu. Alfredo Di Stéfano, como símbolo, recibía, junto a un joven Florentino Pérez, que aún ni peinaba canas, el trofeo que acreditaba al Madrid como mejor club del siglo XX. Eso atestigua a día de hoy que el Madrid sigue siendo el mejor club de la historia de manera indiscutible. Lo que simboliza ese trofeo tiene que ver sobre todo con el éxito deportivo, pero también con una manera de conquistarlo, con una cadena de transmisión, con humildad, con una demostración de clase en las formas y en los fondos. “El Madrid no llora, el Madrid trabaja”…
Decía Aldous Huxley que “tal vez la mayor lección de la historia sea que nadie aprendió las lecciones de la historia”. En estos quince años, con su consiguiente espantada por medio, Florentino ha querido reescribir la historia del Real Madrid, porque sólo entendió una parte de la gran visión de Santiago Bernabéu. Para ser el equipo del mundo no se puede dejar de ser el equipo del pueblo y absolutamente nada se debe anteponer al proyecto deportivo. Lo que se admira sobre todas las cosas es el juego. De tanto querer conquistar mercados se olvidó de conquistar corazones. El equipo del mundo es el que pone el fútbol antes que el club.