La gestión de James, el caso Benzema y el orgullo del Cádiz
Benítez no está para bromas. Ya se sabe que la Copa del Rey es un arma de doble filo, especialmente para el Real Madrid. Que se lo pregunten a Pellegrini, cuyo proyecto murió en aquel Alcorconazo que hace cuatro días cumplió seis años. El Cádiz tiene historia, orgullo, una afición sin parangón y ha dejado nombres gloriosos en la historia del fútbol español. La distancia con este Madrid, a nivel futbolístico, es hoy sideral, pero más le vale no salir dormido si no quiere ser carne de chirigota y de la inigualable sorna gaditana. Aunque dudo que, después del último clásico, ya no lo sea.
Gripando a James. No hay combustible más importante para el motor de un genio que la confianza. James se ha sentido importante desde el mismo momento que vistió la camiseta del Real Madrid. Ni siquiera necesitó periodo de adaptación, cuando ya se atisbó una versión muy importante del colombiano. James es ahora víctima de un entrenador que no acaba de cogerle el punto a su talento o que no concibe que para un jugador latinoamericano sea más importante su selección que su club. Sin continuidad, James será medio James; sin Colombia sería un infeliz.
Benzema, cuestión de estado. Parece claro que las declaraciones a Le Monde de Mathieu Valbuena han puesto a Karim Benzema en el peor escenario posible. También es evidente que las declaraciones del primer ministro Valls, empujando al delantero blanco fuera de la selección francesa, añaden una presión insoportable a un caso insólito. Sin embargo, le doy la razón al abogado de Karim. Hasta que un juez no diga lo contrario, Benzema es inocente. No tiene que ver con el hecho de ser futbolista, del Real Madrid y famoso. Tiene que ver con un derecho fundamental de cualquier ser humano. El asunto es demasiado importante como para hacer juicios paralelos.
Neymar, en el podio. En esa mezcla de rendimiento extraordinario sobre el terreno de juego y proyección mediática, especialmente en aquellos mercados menos futboleros, la figura de Neymar ya ocupa su lugar en el podio del fútbol mundial. Igual que en los diez últimos años no ha habido quien bajase a Cristiano o a Messi de ese lugar, será muy difícil que Neymar no marque una época en los dos próximos lustros. Su juventud y su manera de entender el espectáculo le convierten en carne de Balón de Oro por muchas temporadas. Sería bueno que se ganase la admiración de sus compañeros de profesión con la misma naturalidad que inventa regates inverosímiles.