El gran Raúl dice adiós en Nueva York
Esta noche se va Raúl. Será el partido oficial número 1.015 de una carrera que ha durado 21 años. Un caso de afición como pocos se han conocido. Se va en una final, una final menor en un mundo mayor, pero una final, en todo caso. En principio, no tendría por qué irnos ni venirnos si la final de la NASL la gana el Cosmos o el Ottawa, pero ¡qué bonito y qué justo sería ver a Raúl retirarse con una copa! Ya vimos con interés su semifinal, en un campo de béisbol mal adaptado al fútbol, con poca gente en las gradas. Pero su ahínco, su felicidad al marcar el gol de la victoria... eso era fútbol puro.
¡Qué caso el de Raúl! Aún recuerdo la primera vez que le vi, en una tediosa tarde, en un magazine de televisión. Gil comparecía con un equipo de niños que había ganado todos los partidos, o así, y de entre los pequeños entresacó a uno, que abultaba menos que una sardina, y presumió de que ese había marcado no sé cuantísimos goles. Me quedé pensando qué sería de ese chico con el paso de los años. Bueno, pues luego lo supe: Gil cerró la cantera, él se fue al Madrid, donde hizo leyenda, luego al Schalke, después al Al-Sadd de Qatar, finalmente al Cosmos de Nueva York. Siempre quedando bien.
Quedando bien y dejándonos bien a todos. Fue impresionante su despedida en el Schalke, hasta el punto que puso en evidencia la frialdad institucional con que el florentinato le despachó. En Qatar animó el ambiente futbolístico de un país que quiere crecer en este deporte. En Nueva York ha dado otra vez muestras, ya con 38 años, de que lo que hace lo hace de verdad. No tuvo la facilidad natural con el balón de otros grandes superclases, pero superó a todos en inteligencia, voluntad y trabajo. Hoy se va. Es una pena, pero nos deja orgullosos a todos. Ojalá se retire con una nueva copa. Lo merece.