Morata y la justicia poética
La sola hipótesis de que el asunto Benzema devuelva a Álvaro Morata al Real Madrid tiene un punto de justicia poética. Es la historia de un madridista de cuna, de uno de esos chavales de corazón blanco, de los que generan identidad en la institución e identificación en el graderío, pero que se topó con la cruda realidad del canterano blanco. Oportunidades esporádicas e incomprensión, mucha incomprensión. Morata escogió el camino más largo, se buscó la vida en Italia, donde los españoles se suelen tropezar y encontró lo único que pedía a gritos, un entrenador y un modelo que creyesen en él. Los jóvenes talentos sólo necesitan de entrenadores valientes, que escuchen más a su instinto que a su presidente.
El Madrid pensó que venderle por 22 millones era un chollo. Morata devolvió a la Juve la confianza y la continuidad deseada con goles, con un rendimiento sensacional y, como donde las dan las toman, se disfrazó de verdugo en la última semifinal de la Champions contra su Madrid. El club blanco se agarrará a su derecho de recompra si lo de Benzema no tiene vuelta atrás, pero debajo de su fina voz, hay hambre de ser protagonista, de ganar títulos y de gritar goles donde crean de verdad en él. Es otro Morata.