Un fichaje de 200 millones
Los dineros. El nuevo contrato televisivo firmado por los clubes de la Premier League está revolucionando el mercado. El poderío económico de los equipos ingleses, que un año más se están mostrando débiles en la Champions, hace presagiar un nuevo arreón de fichajes el próximo verano. Después del fracaso contrastado de algunas medianías, fichadas y pagadas a precio de oro, ya se está especulando con que se avecina un órdago a la grande, el fichaje más caro de todos los tiempos, un traspaso que rondaría los doscientos millones de euros. Hay dinero, hay ganas de comprar y la Premier necesita un impulso mediático que rentabilice la gran inversión realizada por las televisiones. ¿Quiénes son los futbolistas que cuadran en una operación como ésta, en la que el márketing y el fútbol van unidos? Cristiano, Bale, Messi y Neymar. ¿A quién venderían ustedes por ese dineral? Está claro, ¿no?
Del Bosque, a toda Costa. Vicente sigue empeñado en integrar a Diego Costa en el juego de España, detalle que le honra porque el chico se mojó en su día por La Roja, pero ha llegado la hora de no persistir en el error. Ayer ante Inglaterra probó incluso con dos delanteros, alterando el dibujo habitual de la Selección, y la prueba volvió a ser fallida. Volvimos a ver a Costa empecinado, obtuso y con muchas dificultades para mezclarse con los centrocampistas. No se le puede responsabilizar de nada al futbolista, su juego es el que es, y no va a cambiar de la noche a la mañana. España juega mejor con un solo punta y con cinco centrocampistas que abran el campo y amplíen los espacios de penetración. Tenemos muchos jugadores de ese corte, alguno en un momento de forma espléndido como Nolito, que aporrea la puerta de la titularidad. Nos sobra calidad donde elegir. Parece que ha llegado la hora de que recuperemos la fidelidad a nuestro estilo, cuando llegamos a jugar hasta con un falso delantero. Y a Diego Costa se le puede utilizar para otras cosas, cuando tengamos más espacios o necesitemos salir a la contra.
Un Madrid dócil. Cuando, en la segunda parte del partido ante el Sevilla, el Madrid perdió el alma y el oremus, no se vio a nadie capaz de liderar la tripulación. Se echó en falta mando y autoridad para llamar a la rebeldía, para espabilar a los compañeros y reivindicar el eterno espíritu indomable que impidió siempre a este equipo conformarse con la derrota. Ramos no estaba en el campo y sólo James pareció sacar algo de rabia, pero fue más por reivindicaciones personales que del colectivo. Hay ocasiones en las que, por encima del orden y la disciplina táctica, un equipo necesita líderes que tiren del carro y contagien al resto de compañeros. Para convertirse en líder hay que tener personalidad, ser generoso en el esfuerzo y ganarse el respeto y ascendencia sobre los demás en el campo. Es de suponer que ante el Barça, en el Clásico, no hará falta una llamada a la insurrección en el vestuario. ¿O sí?