El tirón de orejas universal. Supongo que ya no forma parte de ningún documental, ni de ninguna cámara oculta y que la imagen, en Antena 3, del presidente del Real Madrid recriminando unas declaraciones a su estrella antes de jugar un crucial partido de Champions forma parte del esperpento deportivo del presidente. ¿No había un lugar ni un momento mejor para afearle sus presuntas declaraciones? Carantoña aparte, el remedio ha sido seguro peor que la enfermedad. Qué forma más absurda y más inoportuna de amplificar un problema donde no lo había.
Cristiano, fuera de lugar. El PSG le pegó un buen meneo de fútbol al Madrid durante una hora larga, aunque se fuera de vacío del Bernabéu. Todas las buenas sensaciones del equipo blanco en París se tornaron en horribles tras este encuentro. Entre las muchas lecciones que se deben sacar está la cada vez más patente desubicación de Cristiano, desconectado, desasistido y perdido, jugando como referencia en ataque. Ese no es el sitio de Cristiano, cuyo rendimiento y el del Madrid se resienten de manera flagrante.
¡Qué bueno es Di María! El mejor jugador sobre el césped del Bernabéu fue el argentino, gran artífice silencioso de La Décima, aunque siempre se minimizaron sus méritos. Aún le recriminan que se fuera del Madrid por dinero. Exactamente. Se fue por el dinero que le daban a otros y a él le negaban. Se sintió maltratado y buscó un lugar donde le pagasen más y sólo el tiempo dirá si ganando más o menos. El Fideo volvió a demostrar en el Bernabéu que es un fuera de serie.
El circo de Luis Enrique. Era igual como jugador que ahora como entrenador. Un tipo entrañable en la distancia corta, un cortocircuito en su exposición pública. Le preocupa mucho la función y más bien poco lo que ocurre cuando se apagan las luces. Divertirse es síntoma de salud en cualquier equipo, también en el Barça. Saber dónde hacerlo es sinónimo de inteligencia y de humildad. Luis Enrique se habría disfrazado, pero el respeto al compañero, sobre todo si ha perdido, debería ser sagrado en ese circo del que es unas veces le toca ser domador y otras, funambulista.