Espectáculo en el rugby
La final de la Copa del Mundo de rugby fue puro espectáculo. Gracias, sobre todo, a que, al decir de los entendidos, Nueva Zelanda presentó el mejor equipo de la historia, lo cual supone la quintaesencia, porque los All Blacks han sido siempre santo y seña de este deporte. Son dos Copas del Mundo seguidas ganadas, catorce partidos invictos en una competición durísima y larguísima. Tal es así que el torneo dura casi mes y medio ante la imposibilidad de jugar más de un partido por semana. Es una pena que España viva a espaldas de este deporte. Nos perdemos un espectáculo de primera magnitud. Nadie puede quedar indiferente ante las imágenes que ofrece el rugby. No digamos ya en una final de la Copa del Mundo.
Concretamente en ésta. El espectáculo comienza en el mismo vestuario, con los jugadores abrazándose uno a uno antes de saltar al campo. Luego viene el esperado número de la haka. Empieza el partido, y las técnicas televisivas permiten que no se escape detalle, ni siquiera en las melés. Empuja Nueva Zelanda, Australia aguanta como puede. Es el choque de dos fuerzas sobrenaturales. Llegan los primeros golpes de castigo. Hasta que el partido revienta con el ensayo de Ma’a Nonu. Por donde no hay sitio material para pasar se abre paso el jugador. Siguiendo una línea oblicua, que no es la más corta, pero sí la que le permite avanzar. El estadio se viene abajo. Sí, éste puede ser el mejor equipo de la historia. Y nosotros, sin hacerle apenas caso.