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Empate por amarrategui

Punto de amargura. Afirmó Benítez en la víspera que él conocía perfectamente lo que significa un derbi. Tanto que recuerda que siendo un crío recibió 50 pesetas por empatar con los rojiblancos. Ese mensaje fue premonitorio. Quien le diera la prima en esa época se equivocó. A un niño que nace con el orgullo de la camiseta blanca hay que transmitirle que empatar con el Atleti es un fracaso mayúsculo. A estos hay que ganarles siempre. Sin piedad. Como hicieron ellos el día del 4-0. Al contar orgulloso Benítez que esa fue su primera prima nos anticipaba que repartir los puntos con los vecinos del sur le resultaba interesante. Mensaje equivocado. Eso puede explicar que cuando Benzema metió un golazo de cabeza abriendo la lata en el mejor periodo de juego de su equipo, en vez de machacar se entrase en un estado contemplativo buscando ese estupendo equilibrio que sólo se justifica si ganas. Da rabia e impotencia la ocasión desperdiciada. El míster insistió en su comparecencia de Prensa en que en el primer tiempo el Madrid fue mejor. Lo dijo hasta nueve veces. Pero nunca habló de lo que sucedió después. Yo se lo cuento. El equipo fue timorato, frío, calculador, especulativo y sin hambre. Se suicidó emocionalmente. Ganar 0-1 cuando puedes meterle 0-3 a tu enemigo del barrio fastidia lo suyo. La grandeza se mide por la actitud en el campo. ¿Cómo se explica que Oblak no tuviese que emplearse ni una sola vez a fondo a pesar del arsenal en ataque que posee este equipo? Un derbi hay que afrontarlo con la piel del guerrero que no descansa hasta tumbar a su rival por coraje, intensidad, vigor, astucia, fiereza y aplicación. Ese lenguaje lo entendieron Keylor, Casemiro, Carvajal, Modric y Karim. Pero el resto...

¡Pura vida! En una velada bloqueada por la falta de entusiasmo anímico, hay que quedarse con los instantes. Hubo dos errores individuales. Sólo dos. Pero ambos muy graves. El primero de Ramos, el segundo de Arbeloa. Sólo el 50% costó un gol. El otro 50% lo arregló San Keylor. El costarricense ha agigantado su figura hasta convertirse en el MVP del equipo. Su penalti parado a Griezmann es para contemplar en los clínics. La manera de intuir el remate, su agilidad en el vuelo, su fe para desviar la pelota... En el 1-1 ya no pudo hacer nada porque estaba vendido. Gracias a Keylor el Madrid no terminó con las cuatro ruedas boca arriba. Su paradón final a Jackson, a mano cambiada, fue un respiro en el momento de mayor ambición de un Atlético al que le dimos vida. Y a eso me agarro gracias a Keylor. ¡Pura vida!

Undiano, en su línea. A este le tengo calado. Perdonó una roja directa a Correa, una amarilla a Godín, Óliver y Griezmann, y se inventó dos cartulinas a Varane y Casemiro. También pasó por alto el penalti de Godín a Cristiano. Empujón desentendiéndose del balón es derribo, señor colegiado. El Barça lleva cinco penaltis a favor y cero en contra. El Madrid, uno a favor y dos en contra. Sin comentarios.

Frustración. Me sabe muy mal el empate por madridistas irreductibles como la familia portuguesa que lo vio en Schauffhausen (Suiza): José Leite, Sofía Leite, Diogo Leite y David Leite. Les acompañaba Eusebio José, el vikingo de Tomelloso que emigró hasta allí, y mi amigo David de Barcelona (el del tambor y la bandera de España que ven a la izquierda de la página). Por esa gente hay que morir. La culpa es de aquella prima de 50 pesetas por empatar un derbi. Todavía alucino...