Una lección para los irrespetuosos
Ante todo me van a perdonar por ponerme tan serio y por no empezar esta columna de opinión hablando del maravilloso espectáculo que las dos mejores naciones del baloncesto europeo nos regalaron anoche. No había empezado el partido y la alegría ya había llenado mi pequeño corazón de francés afincado en España desde hace más de veinte años. Las cosas como son, ayer mis compatriotas (por partida doble ya que nací a unos pocos kilómetros de Lille, la ciudad que acogió el encuentro) dieron una lección de educación, respeto y de saber vivir a los que, por desgracia, disfrutan al pitar el himno español cada vez que la ocasión se presenta. Y nos quiero mirar a nadie en particular pero creo que todo el mundo sabe a quienes me estoy refiriendo.
Anoche en Lille, se batió el record de asistencia en un Europeo de baloncesto. Había exactamente 26.922 espectadores en el estadio Pierre Mauroy y ninguna de las personas que estaban allí mostró cualquier signo de maldad hacia el himno del país visitante. Ni un pito, ni siquiera un ruido cuando “cantó” la megafonía. Y eso que el equipo español era el rival más temido por todos mis compatriotas y que cualquier intimidación desde la grada hubiera podido ser útil. Lo maravilloso de esta gente que respetó el símbolo de España es que se mostró muy patriota al cantar en varias ocasiones la Marsellesa durante el partido. Dijo un escritor: “el patriotismo es el amor hacia los suyos, el nacionalismo es el odio hacia los demás”. Anoche en Lille, esta frase se materializó en las gradas. Y para terminar, hablando del partido. Es fácil entender: su estrella (Gasol) estuvo, la nuestra (Parker) no. Allí se encuentra la diferencia entre vencedores y derrotados…