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España: unión y rebeldía

Conclusiones de un semifinalista. La Selección española tiene defectos reconocibles y virtudes más o menos encubiertas. Y tiene a Pau Gasol, al que colocaremos en la justa y verdadera dimensión cuando acabe el campeonato y repasemos. España sabe competir, le sale natural el mejor modo de hacerlo en cada circunstancia. Y es capaz de subvertir cinco bajas importantes y un Rudy sin cafeína ni chispa debido a una lesión y convertir lo que podría ser una carga de debilidad en un recurso de unión y rebeldía. Es capaz de convertir un scouting de admiración a un rival en un telescopio donde no se deja duda de la categoría, del nivel superior de la mayor parte de nuestros representantes.

Ser mejor cuando más cuenta. Momento clave y, como contra Polonia, volvió a ocurrir algo similar en el inicio del último cuarto. España llegó al ecuador del periodo decisivo con un parcial a su favor de 9 a 1. En ese tramo, con Pau Gasol en el banquillo, el equipo de Scariolo le demostró a Grecia que puestos a rivalizar en un partido trabado y espeso, también podría ser superior al de Katsikaris. Comenzaron a intervenir los semitangibles de Víctor Claver, las faltas sacadas por Felipe Reyes, con sus correspondientes tiros libres, y la defensa de Ribas. La tan estigmatizada (desde fuera y desde dentro) segunda unidad, solucionando problemas de primer orden. En ese momento Claver igualaba la estadística del +/- con Spanoulis y Antetokounmpo­.

Resistir al error, castigar la falta. Mediado el último cuarto, con Grecia otra vez a dos puntos de distancia, todavía perseveraba de manera incomprensible el conjunto heleno en el acomodo defensivo de Spanoulis con Sergio Rodríguez. Dio la sensación de que Grecia no consideró en su justa medida al tinerfeño a juzgar por sus emparejamientos defensivos durante la mayor parte del partido. El caso es que en ese momento comenzó un despiporre de fallos en las decisiones y en los tiros, un delirio de pérdidas y tiros libres desaprovechados. Fueron cuatro minutos y medio sin una canasta en juego, con cuatro faltas, diez tiros a canasta errados y cinco pérdidas. España pudo mantener la respiración, con la boca fuera del agua, mientras se apoyaba y hundía a Grecia en medio de una tormenta marítima de baloncesto detenido.