La cesión más necesaria
Se supone que Martin Odegaard volverá a jugar en Oslo, donde se le espera como un auténtico héroe, después de su fulgurante desaparición de los esquemas de Rafa Benítez. El chaval no debe entender demasiado cómo fue titular ante el Roma en Australia en el primer partido de la pretemporada madridista y no ha vuelto a tener ni un minuto durante el resto de encuentros de preparación. Y si encima Marco Asensio y Borja Mayoral cobran ese protagonismo, mayor escarnio. Más allá de las decisiones puntuales de Benítez, a la inteligente política de fichar grandes promesas mundiales, hay que darle una consistencia en forma de proyecto. No es lo mismo dejar a Odegaard en Segunda B, por mucho que te entrene Zidane, que tenerle compitiendo en Primera división en alguna liga que se precie.
Las ligas de Holanda y Portugal suelen ser trampolines extraordinarios para jugadores con talento y hay muchas maneras, a nivel de contrato, para garantizarse que Odegaard juegue un número importante de partidos para comprobar si es capaz de mostrar lo mucho que apunta. No hablo de tener clubes satélites, estilo el Chelsea con el Vitesse, pero sí clubes y técnicos afines capaces de proyectar jóvenes valores para obtener un beneficio mutuo. Más allá del negocio, una política deportiva donde los propios jugadores, tan jóvenes, sientan que se les quiere hacer progresar en el menor tiempo posible para acortar los plazos de su salto al primer equipo.