El furor se apodera de los tenistas
Pasada la Davis, a nuestros tenistas les ha entrado un furor desatado. ¡No paran! De Bastad (Suecia) y Umag (Croacia) la pasada semana han pasado a Hamburgo (Alemania) y Gstaad (Suiza), donde se juega a 1.050 metros de altitud. Luego van, por cierto, y se quejan de la de Madrid (650 metros). En ninguno de estos torneos, de tercer y cuarto nivel, es obligatorio participar. Pero nadie ha querido descansar. Menos Ferrer, que sigue lesionado, todos andan en danza. Nada menos que 17 en juego, incluidos Nadal y Feliciano. ¡Dan para cuatro equipos de la Davis! ¿A qué se debe este furor y, en cambio, tantos ascos a la Davis? Lo van a comprender: ¿Quién se enteró, por ejemplo, de que Granollers cayó a la primera, tanto en individual como en dobles en Umag?
Sus derrotas no tuvieron apenas trascendencia. Granollers perdió además por la vía rápida, en dos sets, cobró 5.695 euros y se fue a hacer caja a Gstaad. Pierde esos dos partidos en la Davis, y todo el mundo se entera. Esa es la presión de la que precisamente huye la mayoría de los jugadores. Robredo jugó el domingo la final de Bastad, y el partido lo vieron en Teledeporte 98.000 telespectadores. Una semana antes, la Davis había tenido una audiencia máxima de 400.000. No es lo mismo jugar para los amigos, que para toda España. Esa es la gran diferencia. Si encima los tenistas cobran por jugar la Davis lo mismo que por perder un partido en el circuito ATP, lo tienen claro: no van. Luego echarán la culpa a quienes quieran, pero ésta es la verdad.