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Jules Bianchi sigue vivo

Y seguirá viviendo, a pesar de la muerte... Jules Bianchi murió en Japón. Lo sabemos todos a los que nos dolió el alma y nos atravesó un rayo por el cuerpo aquella tarde que se iba haciendo noche, oscura, repleta de tinieblas y lagrimas en el circuito de Suzuka. Como una señal del abismo. Después ha vivido nueve meses, muerto de esperanza, como en un embarazo al revés. Y mientras, el niño francés a veces hacía muecas que simulaban una sonrisa, como esa que vemos en las ecografías de los embriones que algún día nacerán. Y se iba apagando del todo sin posibilidad de vivir en una lucha con final desgraciado. Se quedó la esencia de Jules en aquella curva, en esa grúa, en la realidad de un destino fatal teñido de mil equivocaciones, de culpables de discursos inviables, de coches de seguridad rota, frenos que no detienen, momentos que buscan respuestas.

Y ya no merece la pena más penar, ni buscar lo que todos sabemos. La Fórmula 1 es un deporte en el que lo más importante es el dinero y lo que menos importa los héroes que se suben en coches de carreras. No quiere oscuridad, sino sabanas blancas este negocio. Al menos su muerte servirá para que sepamos un poco más de la verdad de este espectáculo. Y para alguna cosa más. Por ejemplo el coche de seguridad virtual, por ejemplo más pruebas de seguridad, por ejemplo… algunos detalles que estarán en los circuitos porque una vez un chaval francés de sonrisa inmune se destrozó vivo en una curva. Por eso. Y porque ya había muerto antes. Siempre seguirá vivo. Porque los eternos nunca se van. Hoy, mañana, Jules Bianchi sigue, seguirá vivo. Descansando...