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La gran duda es el hambre

Por estética, apodo y carácter encaja en el campamento. Uno lo mira y le adivina con la rojiblanca puesta. Algo así como ese “ha nacido para jugar en el…” que dicen en la acera de enfrente. Tévez resultaría reconocible como atlético. Aunque su apellido impresiona, por gol, talento, pedigrí y precio, hace tiempo que en el Manzanares no asustan esas cosas. Y menos ahora que tienen la billetera del chino sobre la mesa. Tévez suena muy bien.

La edad, eso sí, invita al recelo. Esos 31 años le colocan más cerca de experiencias como las de Sergi, Albertini y Villa que aventuras como las del Kun o Falcao. Es verdad que el Apache ha dejado mucho fútbol este año y no se le ubica aún en la decadencia, pero tampoco promete el ansia de comerse el mundo que tanto beneficio le han dado a este Atlético sus fichajes sonados. Y el equipo necesita reinventarse, dar un giro de ilusión y calidad, pero lo que le urge renovar es el hambre. Y luego está esa sensación de que a Simeone los atacantes siempre le parecen demasiados. La grada sueña con Griezmann y Tévez juntos más un nueve, pero igual el gurú no llega a tanto.