Para ganar títulos hay que perder finales, pero ¿cuántas?
Reza el catecismo futbolístico que para ganar finales hay que perderlas primero. Pero ¿cuántas? Porque lo de ser campeones morales, el título ese que no cuenta de la afición ejemplar, ya no hace gracia en Bilbao. “En la grada siempre ganamos, pero no juegan con nosotros”, resumía Iraola. La cara de Iribar era un poema. Hay leyendas rojiblancas que saben que ni ese pasado glorioso que construyeron con tesón va a mover un ápice el tozudo presente. Resulta imposible arrebatar esta Copa a los grandes. Aunque tengas la fortuna de esquivarlos por tu parte del cuadro, siempre te acaba cayendo uno en la final. Como le ha pasado al Athletic. Tres finales ante el Barça bajo el signo de la impotencia. La marea vizcaína se mofaba por el centro de Barcelona: “Aquí hay uno del Barçaaaa”, cantaban. El avispero culé no estaba ahí, claro. Andaba por el estadio. Eran Messi y sus cofrades.
Para los leones era como subir el Everest con chancletas. Casi nadie daba un duro por el Athletic y era por algo. Lo del final sobró. Muchos recordamos la trifulca de aquella final con Maradona, pero mejor borrar esas huellas. La grandeza se gana desde el respeto. El estadio era un clamor: “Athletic beti zurekin” (Athletic siempre contigo). Williams lloraba desconsolado. El futuro es suyo. O mejor, variar ese porvenir lleno de impotencia.