Gracias, Sevilla, por tu constante ejemplo
¡Qué gran final! ¡Y qué gran mérito tiene el Sevilla, con esa persistencia en un nivel alto de rendimiento! Mientras sonaba el himno del Sevilla uno no podía más que evocar los muchos y serios éxitos de este club en lo más reciente de su historia. Siempre fue un gran club, un ‘equipo de campanillas’, como se decía antes. Ahora ha alcanzado rango europeo, es orgullo de nuestro fútbol y orgullo del fútbol en general, por la tarea bien hecha. Club vendedor (Reyes, Baptista, Alves, Keita, Adriano, Negredo...) siempre capaz de encontrar nuevos valores, de rehacerse una y otra vez. O de recuperar a Reyes para disfrutar sus últimas maravillas.
Un gran partido, sí. Y eso que se puso mal, cuando en un balón largo se descolocaron Tremoulinas y Carriço, que parecieron ir a marcarse el uno al otro en lugar de a sus respectivos pares. Pero el juego del Sevilla había sido antes, y lo siguió siendo, tan bueno que el percance no le afectó. Dio vuelta al marcador con justicia, con la fe de todos y el acierto especial de algunos. Luego, ya con 2-1, emergió el Dnipro con un Konoplyanka que es una joya de jugador, bien secundado además por Rotan. El premio a ese buen juego fue el empate, bien es cierto que en una falta que Kolo no debió cometer y que Sergio Rico debió parar.
Pero en la segunda parte, cartas boca arriba, el Sevilla impuso su mejor juego. Fue una segunda mitad de ataque insistente, con el dúo Mbia-Krychowiak haciendo de émbolo y Banega dirigiendo ese impulso. Y llegó el gol de Bacca, el segundo suyo. Ya en la primera parte resolvió con precisión un pase perfecto de Reyes; ahora aprovechó uno de Vitolo. Delantero perfecto, paciente, preciso en el área. Luego siguió el ataque, debieron llegar más goles. No los hubo, pero tampoco sustos atrás. El Sevilla ganó porque es mejor. Repite título europeo, se mete en la Champions, donde podremos tener cinco. Gracias, Sevilla. Muchas gracias.