Sevilla, el equipo de la casta y el coraje
“¡Sevilla, Sevilla, Sevilla, el equipo de la casta y el coraje...!” Así rezaba el viejo himno del Sevilla, desplazado por otro mejor, nacido al calor del Centenario e identificable con los mejores éxitos de la historia del club. Un himno precioso, por sus valores musicales y futboleros. Pero en el viejo himno queda esa frase, reducto de ese antiguo sentir sevillista, tan identificable con este equipo que hoy juega una nueva final europea. El equipo de la pierna fuerte de Mbia y Krychowiack en la media, de las carreras de Aleix Vidal por la banda, del batallar atinado de Bacca en el ataque. De todos los demás de ese equipo que Unai Emery ha metido ahí.
El Sevilla, recordémoslo ya, defiende título. Y antes de ahora lo ha ganado tres veces. Si esta final sale bien, sería su cuarto título en esta segunda competición europea, que tiene un rango muy respetable. Su origen está en los cincuenta, cuando nació como vacilante alternativa a la Copa de Europa. Se llamó en principio Copa de Ciudades en Feria, y no hacía falta sino tener feria en la ciudad para participar. Pero fue a más, se convirtió en 1971 en Copa de la UEFA, compitió unos años con la Recopa y ha acabado por acomodar bajo el nombre de Europa League a todo el que no cabe en la lujosa Champions. Es una gran competición.
El Sevilla vive días felices. Años felices, para ser más precisos. En torno al Centenario, a Del Nido, que purga en la cárcel errores que debió evitar, y al equipo que él mismo construyó, con Monchi como mascarón de proa, el Sevilla está viviendo la mejor época de su historia. Su presidente, José Castro, supo confiar en Unai Emery en días difíciles, cuando el ambiente era contrario a él. Aguantó y acertó. Emery no es un hombre de brillante puesta en escena, pero tiene la condición principal: hace su trabajo bien, en profundidad y sin descuidos. El Sevilla está bien llevado en todos los terrenos. Merece revalidar este título.