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El feroz Mandzukic exoneró a Carvajal

Reconozcamos que nos impresionó la fiereza de Mandzukic en el derbi. Le pitaron siete faltas, cantidad excesiva para cualquier jugador, sufrió otras tantas. No dio cuartel ni lo pidió. Sangró, entró y salió más de una vez porque la herida no restañaba, aguantó la pelea hasta el pitido final. Entre los incidentes en los que se vio envuelto, el más escabroso fue el que mantuvo con Carvajal, en el que éste, desquiciado, le dio un insensato puñetazo en el plexo. Pero antes de eso, en el forcejeo, se había producido una imagen equívoca en la que pudo parecer que Carvajal le mordía. Mucha gente pensó eso.

Ayer por la mañana las discusiones estaban en todo lo alto. En ese escrutinio de imágenes feas que suele suceder a los partidos, había aparecido un antebrazo marcado, lo que parecía confirmar la peor de las hipótesis. Carvajal estaba en entredicho. Pero todo lo cortó Mandzukic de raíz, diciendo que no hubo mordisco. En puridad, sólo dos podían saberlo, él y Carvajal. Las protestas de inocencia de éste no resolvían la duda, porque en todo reo está el impulso natural de defenderse. Pero salió Mandzukic y dijo que no había habido mordisco. Sólo desde ese momento pudo Carvajal respirar feliz.

Mandzukic no gana nada personalmente al exonerar a Carvajal, pero sí ganan la Verdad y el fútbol. Podría haber dejado correr la bola con alguna declaración equívoca del tipo “lo que pasa en el campo se queda en el campo”, o algo así. Pero salvó a un colega en apuros, un chico que hubiera arrastrado para los restos un pecado que no cometió. Hermoso gesto de un hombre que juega con fiereza y admite que le respondan con la misma moneda. Pero lo suyo es pura casta, ninguna doblez. Sangre en la cara, nobleza en la palabra. Valiente y veraz. Merece el aplauso de toda la afición.