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La psicosis del último peldaño

El Espanyol subió con impulso cada uno de los peldaños que conducían a la final de la Copa del Rey pero, incomprensiblemente, se quedó sin fuerzas en el último. Una de los temáticas que utiliza la psicología deportiva ante un día trascendental es, precisamente, la de enseñarle a un equipo que cada encuentro es un peldaño y que, aunque llegues al último, el esfuerzo es el mismo que ya empleaste para subir cualquiera de los anteriores. No hay nada diferente: un balón, un rival y 90 minutos. La trascendencia debe quedar en un segundo plano. Obviamente, de la teoría a la práctica hay un mundo...

Pero nada de lo que ocurrió en la jornada de ayer fue cotidiano. El entorno convirtió en extraordinario lo que para el Espanyol debía ser ordinario: el recibimiento, el estadio enfervorecido y casi lleno... La pasión no fluyó, como reclamaba Sergio, sino que se quedó obstruida. Lamentablemente, el equipo no pudo aislarse, nunca estuvo situado en el campo, no supo si lanzarse al ataque o defender, confuso, superado por las circunstancias. Es una lástima que la Gran Noche se acabase convirtiendo en una pesadilla y que todos los pericos se acordasen de las ocasiones desperdiciadas en la ida. No se puede rebobinar, por mucho que tras el 0-2 todos hubiesen pagado por borrar lo ocurrido. Hay que buscar consuelo. La Gran Noche fue ver a 34.000 pericos en el estadio. Algo extraordinario que podría ser ordinario. Sería el primer paso. Depende del equipo...