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La final que Ante Tomic se empeñó en no perder

El Barcelona metió casi 13 triples de media con un 59% de acierto entre cuartos y semifinales (25/42). En la final se despeñó: cuatro con un 15% después de anotar uno en los tres últimos cuartos (1/19). Dice el viejo axioma del baloncesto que el equipo que mata desde el triple muere muchas veces desde el triple. Y algo de eso hubo en la final que Tomic se empeñó en no perder: 40 de valoración por el 4 conjunto del resto de la rotación interior. Esa falta de pegamento para acompañar al gigante croata (26,6 de valoración media en el torneo, emocionante en la final) es un mal endémico de esta plantilla que, vasos comunicantes, acaba en la dependencia del triple. La final dejó en especial evidencia a un Nachbar que ya sólo vive de su tiro y a un Pleiss que penaliza a su equipo cada vez que pisa la pista. Por eso Tomic jugó casi 32 minutos y por esa vía de agua el Barcelona vio como en menos de 90 segundos un 42-35 se convirtió en el 42-41 del descanso: con Pleiss en pista.

Otro de los problemas del Barcelona, en este último estrato competitivo, es que los jóvenes son demasiado jóvenes y los veteranos, demasiado veteranos. La Copa fue un retrato cruel de esto último: Navarro sumó 9 de valoración entre los tres partidos y Huertas, desnortado desde hace semanas, 6. Xavi Pascual cambió el plan que le he había alumbrado en semifinales y se jugó la mano definitiva sin Satoransky y Hezonja y con Navarro de base, cuyo bote laberíntico desactivó a Oleson y Tomic: colapso final y jaque mate.