Cristiano y el miedo a dejar Madeira: cuando lo superas, nada te frena
Echarse a la mar. Un viejo amigo de Cristiano Ronaldo, el agente Jorge Manuel Mendes, sin relación con su representante actual, describió hace poco con un puñado de acertadas palabras de dónde venía la motivación del portugués: “El fútbol fue el barco al que se subió para alejarse de Madeira”. La isla en la que nació Cristiano crea dos tipos de hombres: los que nunca la quieren abandonar y los que se aventuran a salir. Para salir hay que echarse al agua. Y una vez que superas el miedo a salir, el miedo al océano, no hay nada que te detenga.
Motivaciones. Mendes hablaba para un documental que Sky Sports acaba de estrenar, The Making of Ronaldo, y en el que se explica la vida del delantero hasta su llegada al Manchester United. Otros interlocutores añaden otras motivaciones: quiso triunfar, dicen algunos, para que sus padres vieran que se puede conseguir, aunque seas de Madeira y tengas un acento diferente del que se ríen. Sólo que a su padre, que murió joven, no acabó de convencerle nunca: su mundo era el del barrio, no disfrutaba cuando había que visitar a su hijo en Manchester. Igual el no haber podido triunfar en la lucha por curar a su padre, al que se refirió en sus agradecimientos, sea una fuente eterna de motivación.
Obsesión por ser el mejor. En todo caso, hay que añadir otra: tanto Cristiano como Leo Messi y el resto de tipos ‘raros’ que viven en ese planeta paralelo de nombre Elite, cuentan con algo con lo que nacieron. No se trata de una habilidad natural para el regate o para marcar (estoy convencido de que eso se aprende con muchas horas con el balón), sino un gen del que desconozco si tiene un nombre que les hace seguir ganando, querer más, entrenar más horas, continuar mejorando. Una compulsión por llegar más allá. Una obesión.
Horas de gimnasio. La misma que, como cuenta el documental, hacía que Cristiano se metiera en el gimnasio con 12-13 años cuando todo el mundo dormía. O que corriera durante las vacaciones con unas pequeñas pesas pegadas a los tobillos para mejorar su resistencia. Una locura. Magnífica locura.
“¡Síííííííííí! Cuando era portador de un cuerpo todavía en formación, con 14-15 años, Cristiano decía a quien se lo preguntara (mirándole a los ojos, sin un centímetro de ironía) que iba a ser el mejor de todos. Cristiano Ronaldo no esperó a que llegara la inspiración, sino que moldeó el destino para que se acomodara a sus sueños. Cristiano creó su historia. Ciertamente es él y sus circunstancias. Pero el porcentaje de sus circunstancias es mucho menor que el de cualquiera de nosotros. Por eso, supongo, el grito de guerra. Ese “Siiiiiií” que es afirmación de su valor, de su esfuerzo y de su mayor victoria: usó lo que le dio la naturaleza para conseguir un fruto inmenso.