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Sergio Ramos, de Lisboa a Marrakech

¡Campeones del Mundo! El Madrid ya levanta la copa que le faltaba y tenemos que confesar que todos lo dábamos por seguro de antemano. El salto entre Europa y el resto de continentes es tal que este campeonato resulta deslucido por lo desequilibrado. Lo fue la propia final, a pesar del innegable oficio de todo jugador y equipo argentino. San Lorenzo retrasó su derrota embarrando el partido en la primera parte, con faltas, protestas y barullo. El Madrid pareció perderse por ese camino durante bastantes minutos. No hizo lo que debía, no  respondió con fútbol a la estrategia de San Lorenzo de alborotar.

Lo entiendo, porque le coge desacostumbrado. En España ya nadie juega así. Todos los equipos, hasta los modestos, intentar jugar. Pero cuando el asunto estaba más espeso, volvió a aparecer Sergio Ramos, el mismo del minuto 93 de Lisboa. Otra vez un salto en un córner, otra vez su cabezazo poderoso y ganador. No fue un gol de tanto rango como el de Lisboa, pero fue un gol que hacía falta. Con él vino la calma. El Madrid pudo relajarse en el descanso y al regreso del mismo marcó pronto otro gol, gran pase de Isco a Bale, tiro rápido de éste y fallo infantil de Torrico, que lo vio fácil y se quedó con el molde.

Entonces se desplegó el San Lorenzo, abandonó, casi por completo (sólo casi) las malas maneras. El resto de partido se dejó ver, pero fue intrascendente. Sonó a pacto tipo “no nos goleáis y no os pegamos”, como lo del dentista y el cliente que le agarra por salva sea la parte. Al menos sirvió para que el San Lorenzo diera una buena imagen final, e incluso moviera a Casillas, que respondió, ágil y feliz, como está ahora. Todo el Madrid está feliz, consciente de su poder, conjuntado, amigo, liderado por un Ancelotti que sabe contentar a todos. Sólo faltó algún gol de Cristiano. Pero el Madrid es Campeón del Mundo.