Por la decencia en el fútbol
¡A por ellos! ¡Basta ya! ¡Nunca más! ¡Juntos podemos! Todos estos lemas que han movilizado a la sociedad a favor de causas justas y solidarias de todo tipo deben unirnos ahora para el gran reto que tiene por delante nuestro querido fútbol: echar fuera a los violentos. Ha llegado el momento de dar un paso adelante hacia la dignidad y sacar al fútbol de la vergüenza en la que nos hemos acostumbrado a vivir, con los vándalos campando a sus anchas en los estadios y sus alrededores, amenazando, insultando y agrediendo a su gusto, en muchas ocasiones protegidos por la Policía. La imagen de cientos de individuos llegando embozados a los estadios, coreando cánticos humillantes y amenazadores, escoltados por las fuerzas de seguridad que pagamos con nuestros impuestos, es repugnante. La escoria violenta inoculada en el espectáculo. Los aficionados decentes acobardados, intentando no pasar por qué calle o por qué zona, para no quedar a merced del odio de los irracionales. Los padres de familia teniendo que soportar cómo sus hijos pequeños escuchan en la grada lemas criminales e insultos indecentes sin poder rechistar porque se juegan un puñetazo de estos cobardes que, amparados en la masa, humillan y vejan a cualquiera que les pide respeto. Nos hemos acostumbrado al miedo, al ultraje de los valores más esenciales, a agachar la cabeza… ¿Cómo hemos permitido que profanen el fútbol?
Un futuro decente. Pero ahora no es tiempo de mirar atrás y buscar culpables, que estarían en todos los ámbitos, políticos, deportivos y también periodísticos. Es el momento de ir hacia delante con firmeza y contundencia para recuperar la afición verdadera y limpiar el vertedero ultra. Hay que ayudar a los clubes para que sean valientes y se desliguen definitivamente de “esos chicos traviesos que animan mucho”, la coartada con la que les han dado alas. Hay que exigirles a los políticos que sean rápidos en la reforma judicial para que los canallas sepan que, desde ya, no les va a salir gratis desplegar su infamia. Y hay que pedirles a los futbolistas un gesto de coraje y atrevimiento para defender a los buenos aficionados. Tienen que salir públicamente a rechazar a los grupos violentos. Ellos también han sufrido en su dignidad los desmanes de estos delincuentes, (que pregunten a jugadores del Atlético), y deben superar el miedo para dar ejemplo al resto de aficionados. Las camisetas, aplausos y buenas palabras que tantas veces han mandado a los indecentes tienen que ser ahora para la gente honesta. Es el momento de dar un paso adelante para que las nuevas generaciones disfruten de un fútbol sin violencia y sin vergüenza en las gradas. ¡Vamos!