Wenger manda en el Arsenal, escoge al director deportivo y decidirá cuándo hay que irse
Divorcio. Ahora que lo de Arsène Wenger y su afición se está convirtiendo en un divorcio ruidoso y feo, hay que decirlo en voz alta. Lo del Arsenal, bajo su mandato, es un milagro, pero últimamente sólo financiero. Desde su llegada en septiembre del 1996 y hasta el verano del 2012, Wenger se gastó 459 millones de euros, pero ingresó en ventas 441 millones. Tuvo un gasto neto de 18 millones durante dieciséis años. Y ganó un montón.
De otro tiempo. Mientras tanto, se construyó un estadio nuevo que está prácticamente pagado en medio de una de las mayores crisis de los últimos cien años. Antes de trasladarse al Emirates, Wenger había ganado tres ligas, cuatro copas y dos dobletes (98 y 02). Una copa desde entonces, pero lleva 18 participaciones en la máxima competición europea: sólo el Madrid y el United pueden presumir de un récord similar. Ahí acaban las buenas noticias. Wenger está perdido. Pertenece a otra era. El grupo de aficionados que desea su marcha va engordando cada semana. En los dos últimos años ha tenido un gasto neto de 90 millones y sólo ha conseguido un título (FA Cup). Ya no compra y vende bien, compra tirando a regular. Y toma decisiones extrañas: Fàbregas se ofreció en verano, pero Wenger decidió que no le quería, que con Özil tenía suficiente.
En revisión. Incluso el año de los Invencibles (2003-04, la temporada en que no perdieron ni un solo partido) está siendo revisado. Fue histórico sí, pero puesto en contexto, lo convierte en un asunto de menor peso del que le dan los aficionados nostálgicos de hoy: consiguieron 90 puntos, cinco menos que el Chelsea de la temporada siguiente; marcaron 20 goles menos que el Manchester City de la 2011-12. Quizá ni siquiera fuera el mejor equipo de la historia de la Premier: fue el único trofeo que ganó esa temporada.
Sin título europeo. Wenger no ha ganado nunca un título europeo y llegaron sólo a dos finales: la Champions 2006 y la UEFA del 2000. De las 8 victorias que el Arsenal ha obtenido a partir de octavos de la Liga de Campeones, tres tuvieron lugar en el 2006 y dos de camino a las semifinales de tres años después.
Males. La continuada lista de lesiones, los fichajes que no triunfan, los problemas defensivos, los pobres resultados ante equipos grandes europeos sugieren que este régimen ha llegado a su límite. ¿Quién le va a decir a Wenger que ya es hora de pensarse qué hacer tras esta temporada? Nadie. Arsène ha escogido al director ejecutivo, Ivan Gazidis, así que será el propio francés quien decida cuándo hay que correr las cortinas. Dejará un club inmaculado financieramente, con mucho talento en la plantilla y en las oficinas. Sólo hace falta un líder con ganas de comerse el mundo. Como el Wenger de antaño.