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El mundo, el equipo y Sáez

Hace más de 30 años, José Luis Sáez Regalado se hizo jugador y entrenador con el Club Amigos del Baloncesto en unas pistas sevillanas, las de Chapina… que desaparecieron hace un cuarto de siglo. En Chapina y, más tarde, en el Círculo de Labradores, José Luis Sáez amasó conocimientos gracias a su habilidad de aprendizaje e interacción con aquellos que impartían doctrina en el baloncesto de Sevilla: Luis Armengou, Guillermo Fernández Peraza, Paco Pozo (cuya joyería también acaba de cerrar, a un paso de La Campana)… y en fin, un Miguel Gallardo Rodríguez cuya intelligentsia del barrio de San Lorenzo reconoció y moldeó sin demora la aleación del Proyecto Sáez. En una Sevilla donde tantos hablan, Sáez escuchaba y callaba: bastante. E interactuaba. Y pensaba: mucho. Sáez es hombre culto. Pero su memoria puede ser “tan prodigiosa como la de aquellos que no saben leer ni escribir”.

Tras invertir horas en la agencia Andalucía Deportiva, en la delegación de El País, la Facultad de Derecho de los últimos 70 y primeros 80, el campo del Betis, la Plaza de la Maestranza (otros dos negocios en crisis) y sus propios asuntos, la capacidad de absorción de Sáez ya había localizado la dimensión de alquimia que es la amalgama de un colectivo en un solo proyecto: el equipo. El hábil escolta de Chapina, del Amigos, del Labradores y de Derecho ya estaba listo, desde la Federación Andaluza, para sentarse con Lolo Sainz, Ernesto Segura de Luna y los mandos de la Federación Española en los años 90. Tres o cuatro décadas después de Chapina, 70 medallas contemplan al baloncesto español desde el Proyecto Sáez, el de aquella callada memoria…