¡Illa, illa, illa...! ¡Isco Maravilla...!

Quizá sea una impresión prematura, esto habrá que confirmarlo el martes ante Alemania, pero ayer me pareció que La Roja se desprendía por fin del pesimismo que venía arrastrando desde aquel malhadado primer partido del Mundial, ante Holanda. Isco, con su juego tan bello como útil, aparece como bandera de esta reacción, pero no es sólo él. El equipo se entregó, fue a la presión con energía, atacó con rapidez, se apoyó con solidaridad y algún otro, particularmente Juanfran, mostró también estar en un momento dulce. Quizá el debate sobre el compromiso haya servido de catarsis al grupo.

Pero es obligado hablar más de Isco, un jugador que en pocas semanas se ha convertido en el favorito de la afición nacional. Hay razones para ello. Primero, su juego, que tiene una belleza singular. Inventa en cada acción, arriesga y gana, muestra astucia y técnica singulares. Y luego está su lucha por resistir el aluvión de estrellas que aparecen en el Madrid. Compite contra jugadores que han costado fortunas y va saliendo adelante. Todos los públicos son solidarios con la lucha de ese españolito por mantenerse ahí, por el empeño con que ha desdoblado su juego, convirtiéndose en futbolista de intensa continuidad.

Del Bosque metió en esta lista once jugadores que no habían estado en el Mundial. En la alineación inicial sólo hubo dos, Isco y Alcácer, pero luego salieron tres más: Bruno, Callejón y Morata. El equipo es el mismo por la parte de atrás. Las variantes aparecen por arriba, un poco facilitadas por las bajas. Pero lo importante es que el grupo en sí, el grupo de 23, respire de otra manera, con otra ilusión, y eso está empezando a ocurrir. La mitad no sufrió aquello, la otra mitad lo va dejando atrás. El resultado es una atmósfera renovada, un optimismo renacido. Ojalá todo esto lo volvamos a ver ante Alemania.