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Briatore lo tiene muy claro...

No se le puede pedir a Flavio Briatore demasiada objetividad al opinar sobre Fernando Alonso por la relación que ha mantenido y mantiene con él. Sin embargo, su complicidad no es suficiente para impedir que el italiano tenga una de las perspectivas más acertadas, desde mi punto de vista, de la Fórmula 1; es un observador privilegiado, con mucha experiencia en los grandes premios y una astucia que le ayudó a convertirse en protagonista de un deporte-negocio-espectáculo que apenas conocía cuando llegó a él después de vender ropa Benetton en Estados Unidos. Y Flavio tiene muy claro en quién recae la responsabilidad del fracaso del proyecto del español en Maranello: la Ferrari que Alonso ha sufrido durante este lustro no es la que esperaba.

En efecto, tras la era de Michael Schumacher salieron del equipo Jean Todt y Ross Brawn y ya nada volvió a ser como antes. La escudería se italianizó de nuevo y Stefano Domenicali se reveló incapaz de alcanzar la excelencia de sus predecesores. El talento de Alonso tampoco ayudó a que se produjera la reacción porque maquillaba el auténtico desastre que allí se cocía. Sus tres subcampeonatos en cinco temporadas nos hicieron creer que era poco lo que faltaba para dar el siguiente paso, el de los títulos. Pero no era así. Todo lo que el ovetense ponía con sus manos mágicas en realidad era insuficiente para neutralizar el caos de un equipo a la deriva. Y de remate, como solución Montezemolo le echó gasolina al fuego con la elección de Mattiacci.