Goleada a dos dedos del empate
Lo bueno de partidos así es que uno puede elegir cómo perder”, le he escuchado decir en varias ocasiones a Paco Jémez en víspera de duelos ante Barça o Madrid. Le compro la idea. Perdió el Rayo jugando como siempre y eso resulta siempre más digno que caer jugando como nunca, poniendo pie en pared, renunciando a medio campo, retrasando el sacrificio. El técnico ha alejado a sus futbolistas tanto y con tanta insistencia de ese fútbol sin pelota y de largas esperas que volver a él por un día acabaría con el equipo sumido en el caos por falta de práctica y costumbre. Y nada garantiza que sacudirse la valentía resulte mejor que aferrarse a ella. Cinco le cayeron aquí a Elche y Athletic sin que sacaran la cabeza del agua.
Así que el Rayo se fue a por el Madrid desde el principio, alargó a Kakuta por la izquierda, exigió tres paradas de Keylor Navas, lució las magníficas maneras de Bueno y Leo Baptistao e hizo un gol, semirregalado, antes del descanso. Antes, cuando el Madrid soltó a los galgos, se había tragado uno de Bale y otro de Ramos, en golpe de rodilla y de fortuna. Luego a Baptistao le quitaron el empate por infracción de dos dedos y al Madrid le validaron el cuarto gol en posición ilegal de dos palmos. Pero la sensación que quedó, ante un equipo gigantesco e imparable, es que hubo partido durante mucho tiempo en campo abierto y que el marcador retrató mal el fútbol del Rayo, que eligió bien cómo perder, un lujo no tolerado ante Celta y Almería.