Un suspiro colectivo de alivio

Guillem Balagué
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Nivel espectacular del Madrid. Vuela a un ritmo gigantesco. La creencia en lo que hacen, universal. Brendan Rodgers partía de dos supuestos: no acaba de dar con la tecla y este encuentro era en cierto modo superfluo porque dos victorias en los próximos dos partidos de la Champions les puede clasificar. Y el fin de semana, el Chelsea. Así que se puso la tirita antes de la herida: cambió el equipo completamente sin prepararlo en exceso. Que los que perdieran no fueran los titulares. No había un plan claro de cómo atacar, pero sí de cómo defender: muy retrasados.

En todo caso, el Madrid da tantos toques entre líneas que los errores del rival se producen: como en el gol de Benzema, cuando el centro del campo hipnotizó a los que vigilaban las bandas y dejó a Marcelo solo para centrar. Podrían haber caído tres más, pero en la segunda mitad el Madrid se cansó de correr (una advertencia, pues). Y de repente la táctica de Rodgers tuvo sentido. Salieron titulares y recuperaron la posesión aunque no crearon peligro. Objetivo conseguido: no se perdió mal. Pero no da la impresión de que el resultado sirviera para que el equipo creciera, solo para dar un suspiro colectivo de alivio.

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