El sueño de Lambert en Anfield a los 32 años y el efecto Calderón
Anfield. Es un campo especial en el que Cristiano no ha podido marcar. El goleador de la Liga, quien marca cada 42 minutos, tiene un nuevo reto a batir. Una motivación. Isco crece y amolda sus características al juego de su equipo y aunque dice que “el Real Madrid no sólo corre”, él ya lo hace. Segunda motivación. La tercera es evidente: ganar ante The Kop, la grada más representativa de la afición del Liverpool.
Rickie Lambert. Es el protagonista de una bonita historia de amor con el fútbol. “Si es suplente”, pueden replicar. Sí, le conocí hace poco más de un año, el día que llegó su primera convocatoria con la selección inglesa, tenía a su segunda hija (Bella Rosa) y era el máximo goleador del Southampton. Hoy juega la Champions en Anfield contra el Real Madrid. El Liverpool le fichó este verano, el club de su corazón, del que tuvo que salir a los 15 años para buscarse la vida. Hace nada estuvo en campos de divisiones menores en Inglaterra hasta el ascenso con el Soton. Lambert es la recompensa tardía, el sueño hecho realidad a los 32 años.
Efecto Calderón. Parece precipitado en la tercera jornada de la fase de grupos de la Champions pedir el apoyo de la afición para un encuentro contra el Malmoe. Pero el grupo A es el más igualado, con todos los equipos empatados con una victoria y ganar hoy haría buenos los tres puntos ante la Juve. Eso justifica pedir el apoyo de un público que en los últimos 20 partidos europeos sólo ha visto perder a su equipo una vez: contra el Rubin Kazán.
Buen premio. Desde la próxima temporada el campeón de la Europa League jugará la Liga de Campeones. La UEFA lo reiteró ayer. Una medida que suma alicientes a la que en ocasiones queda como competición de consuelo de los caídos en Champions.
Una pena. Núñez y la orden de ingreso a prisión, el Levante- Zaragoza, Laporta y la ejecución de la sentencia por los presupuestos 2006- 2007… Una lástima que últimamente además de estudiar Periodismo, para dedicarte a esto, haya que tener un máster en Derecho. Y aguantarse el cabreo cuando el homicidio de una persona significan cinco años de prisión, que pueden quedar en 10 meses y arresto domiciliario, como en el caso de Oscar Pistorius. Dan ganas de apartar la mirada y seguir, pero que esto se sepa es nuestra vocación y cometido.