UEFA debió separar a Serbia y Albania
Decía Churchill que Los Balcanes producen historia a mayor velocidad de la que pueden digerir. Ahora hemos tenido otra prueba de ello, con el feo conflicto en el Serbia-Albania, clasificatorio para la próxima Eurocopa. El origen fue una provocación insensata, de la que es principal sospechoso el hermano del primer ministro albanés, nada menos. La consecuencia fue una pelea entre jugadores difícil de controlar, ultras en el terreno de juego y el partido suspendido. La gresca evoca el recuerdo de aquel Dinamo Zagreb-Estrella Roja, cuando Yugoslavia empezaba a desmembrarse.
No son broncas de fútbol, son peores. Son broncas de tensiones políticas que estallan en un partido. Hasta una guerra llegó a declararse, entre Honduras y El Salvador, al humo de los partidos de clasificación entre ambos países para el Mundial de México-70. Estas cosas se pueden prevenir y evitar con habilidad. Ya hace mucho que Israel juega sus fases clasificatorias como país europeo, para no enfrentarla con sus vecinos. La UEFA tiene en cuenta en sus sorteos que nunca se crucen en fase clasificatoria ni Armenia con Azerbayán ni España con Gibraltar. Durante un tiempo estuvieron en la misma situación Georgia y Rusia.
No se previó que las tensiones entre Albania y Serbia llegaran a este grado, pero era previsible. Los serbios consideran que Albania lleva años infiltrando población propia en Kosovo, territorio donde fijan el origen sentimental de la nación serbia. Los albaneses, a su vez, se sienten históricamente despreciados por los serbios. Hubiera sido mejor evitar los partidos entre Serbia y Albania (Kosovo no tiene, por el momento, reconocimiento FIFA-UEFA), como habrá que evitar los Rusia-Ucrania. El fútbol no hace guerras, pero se presta a disturbios. Entretanto, habrá sanciones, duras y merecidas.