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Macedo, Gibraltar, la UEFA y la FIFA

Hace una pila de años vi la foto en ‘Blanco y Negro’, estupenda revista editada por la misma casa que ABC, en un reportaje titulado: ‘Macedo: un apellido español en la liga inglesa’. Hablaba de Macedo, portero del Fulham, club londinense digamos que menor. En esos años, frontera de los sesenta, estaba en la Primera División de Inglaterra, aún no llamada Premier. Un buen club. Por ahí se deslizó George Best, cuesta abajo en la rodada, en el camino vertiginoso hasta dar con sus huesos y su hígado en su definitiva y gloriosa decadencia. Macedo salía en una bonita foto, despejando un balón, a mano cambiada.

¿Qué fue de aquel Macedo? No he hecho el esfuerzo preciso para saber de él, de su origen y su descendencia, si la tuvo. Pero ahora que anda Gibraltar en un sí es no es me ha saltado a la memoria. Nadie escoge dónde nacer y hay quien hereda con su carta de identidad una deuda difícil de negociar. Gibraltar es un espacio así. De la confusión que propone la excepción de ese territorio, un trozo de la provincia de Cádiz habitado por genoveses, malteses, sefardíes y, por supuesto, gaditanos, y administrado por ingleses, se deriva esta rareza de que la Selección de Gibraltar vale para la UEFA pero no para la FIFA.

Miremos ahora a la FIFA en perspectiva: hizo su primer Mundial en América, no en Europa, afrontando serios riesgos. Luego supo recomponerse tras sendas guerras mundiales. No despreciemos el hecho de que Alemania ganara el Mundial de 1954, sólo nueve años después de provocar y perder la peor guerra de la Historia. La FIFA no sufrió los boicoteos del COI, que vivió el desplante del África Negra a Montreal, del mundo OTAN a Moscú y del Bloque Comunista a Los Ángeles. Si después de su historial de neutralidad la FIFA se distancia del reconocimiento de Gibraltar es porque lo tiene muy claro.