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La humildad de un fuera de serie

Como si de un círculo virtuoso se tratase, Gareth Bale vuelve a El Madrigal. Han pasado 13 meses desde que debutó allí y la impronta del galés, a nivel futbolístico en este Real Madrid, es indiscutible. Vino para jugar la Champions League y ganar títulos. Fue protagonista en todos los objetivos. Sigo pensando que no estamos ante una estrella de 100 millones, sólo los mejores Cristiano y Messi deberían estar en ese escalón, pero el galés es un fuera de serie y su adaptación, en el siempre difícil primer año, ha sido extraordinaria. Muchas virtudes en dos imágenes quedan en la retina de cualquier aficionado en este tiempo: por una parte, su explosiva velocidad en el gol que dio la Copa del Rey, tras hacerle un traje a Bartra y, por otra, su instinto goleador, ya sea con su espectacular cañón en la zurda o con su facilidad para acompañar hasta el final cualquier jugada, como ocurrió en la finalísima de la Champions en Lisboa o en su primer gol en Villarreal.

Sin embargo, lo más admirable del futbolista galés es su humildad, su sencillez para aceptar cualquier cambio táctico o para reconocer e incluso disfrutar su segundo plano respecto a Cristiano. Donde en un principio siempre buscaba la mirada cómplice de Modric, ahora tiene la admiración de todos sus compañeros. Sus ganas de mejorar cada día te las cuenta igual su profesor de español que Carlo Ancelotti. El éxito desde la humildad debe tener un sabor muy particular.