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Silva y Fàbregas. Llegar y mantenerse...

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Lo difícil no es llegar, sino mantenerse, nos decían de pequeñitos. La Roja llegó con Luis y luego se mantuvo cuatro años con Del Bosque, hasta desmoronarse de golpe en Brasil. ¿Habría que espantarse? Mirémoslo de cerca: ese equipo duró seis años. Con sus recambios, desde luego, pero en muchos de sus puestos principales, y también en la esencia de su juego, siendo el mismo. Para el fútbol es, bien mirado, algo extraordinario. Nunca antes un equipo consiguió durar tanto. El Madrid de Di Stéfano duró cinco años, el Brasil de Pelé, cuatro, los mismos que el ‘Dream Team’. El Ajax y el Bayern, tres.

Ayer hablaba esto con José Luis Sáez, presidente de la Federación de Baloncesto, después de la visita de Pedro Sánchez a AS, un encuentro grato en el que el baloncesto estuvo muy presente. Lo hablamos porque esta Selección que ahora se bate por un nuevo Mundial tiene ocho años, a contar desde el de Japón. No me remonto a los ‘júniors de oro’, el origen de esto, porque quizá no sería un referente del todo auténtico. Pero de los doce de Japón quedan siete. Alguno ha ido y vuelto, pero en todo caso quedan siete. Entre ellos, dos tan principales como Pau Gasol y Navarro. Hay verdadera continuidad.

Cohesión, ambición, deseo de nuevos títulos. Eso es lo que hace mantenerse a un equipo, aparte de la excelencia, que se da por descontada si se ha conseguido llegar. Los años, cansan. Los títulos, de selección o de club, sacian. Silva y Fàbregas tienen todavía fronteras que conquistar. Hasta hoy han sido piezas de complemento en La Roja, Fàbregas lo ha sido también en el Barça. Ahora están en otro papel y se les nota. Personajes de la Premier, agitadores del juego de La Roja, puente entre el equipo que fue y el que será. Muy jóvenes cuando esto empezó, vigentes a los seis años. Ahí están.