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Salida original, etapa infernal

La Vuelta ha rizado el rizo saliendo desde un portaaviones. Fue un éxito. Si de lo que se trataba era de que se hablara de la Vuelta, lo ha conseguido. El ciclismo tiene mucho de marketing, y en este sentido Unipublic, la empresa organizadora de la carrera, está dando lecciones año tras año. Deportivamente, que la tercera etapa saliera desde el buque insignia de la Armada es irrelevante. Pero ha demostrado que puede salir de donde se lo proponga, y esto es buenísimo para atraer patrocinadores, que es el fin último. Los ciclistas, por cierto, estaban encantados, lo cual tampoco es baladí. Salieron de la monotonía, y al fin y al cabo son chavales que se lo pasaron de miedo subiendo y bajando por las bodegas, los aviones y los helicópteros.

Pero había una sorpresa más. Ésta deportiva. Una etapa que tuvieron que tomársela con calma para no reventar. Algunos ya saben cómo se las gasta la serranía de Cádiz, que en la Vuelta de 1986 los ciclistas se declararon en huelga, porque dijeron que era cruel ponerles un recorrido así el penúltimo día. Ayer no hubo que subir el puerto de Las Palomas, pero casi. Subieron a Grazalema desde Ubrique, empalmando dos puertos para que no pareciera tanto. El caso es que el pelotón ascendió a 1.100 metros. Hasta Ubrique, por cierto, llegaron desde San José del Valle, lo cual supone un sube y baja de 59 kilómetros sin un solo pueblo por medio y sin una sola recta. Eso, con 36 grados. Nota: si Contador aguantó es que está como una moto.