Un verano de porteros... y Víctor Valdés
Este está siendo un verano de porteros, más que nunca. Los porteros suelen durar, se lesionan menos, sólo rotan en la Copa, y hasta eso es relativamente reciente. Los equipos grandes, las selecciones grandes, se han caracterizado en general, entre otras cosas, por la estabilidad en la portería. En ese sentido fue paradigmático el Athletic. Blasco antes de la guerra, luego Lezama, Carmelo, Iríbar... Quince años cada cual, año arriba, año abajo. Cuando Zubizarreta se fue al Barça, estaba claro que el Athletic se enfrentaba a una época nueva. Y en eso sigue, luchando contra el tiempo. Y luchando bien.
Pero este es, decía, un verano de porteros. En el Madrid, la pugna Casillas-Diego López, que empezó por parecer cosa artificial pero que acabó cargándose de contenido, se ha visto sobresaltada por la llegada de Keylor Navas, uno de los fenómenos del Mundial, donde coadyuvó al gran papel de una selección llamada a un puesto menor, pero que se constituyó en sorpresa. El Atlético, mientras, pierde a Courtois, reclamado por Mourinho, y acude a Oblak (costó 16 millones y sigue lesionado) y a Moyá para compensar ese agujero. Y viene Ochoa al Málaga, al puesto de Willy, que se nos fue al City.
Y Ter Stegen y Claudio Bravo al Barça, por Víctor Valdés, que sigue sin equipo. Una desgracia que todos lamentamos le ha dejado compuesto y sin novia en momento difícil de su carrera. Portero extraordinario, que tuvo la desgracia de aparecer justo después que Casillas, lo que le dejó sin las glorias de la Selección, pero que ha sido crucial en los años grandes del Barça. Aquel gran equipo estuvo respaldado por un portero excepcional, que lució quizá poco por el brillo de todo el equipo, pero que resolvió mucho. Entre tanto portero que va y viene lo que duele es ver a Víctor Valdés parado.