Peleó hasta el final de su vida como lo hacía en el campo
La despedida multitudinaria que ha tenido Di Stéfano por parte del madridismo ha estado más que justificada. El reguero de gente que ha venido estos días al Bernabéu, donde él hizo grande a este club, es una demostración de lo que fue Alfredo dentro de esta institución. Di Stéfano creó una grandiosidad que ha quedado reflejada. Era un hombre honrado, que sudaba la camiseta todos los días fuera cual fuera el rival. Él nos contagiaba con ese carácter ganador, que era único. Ese afán ganador convertía a Alfredo en el líder de aquel Madrid que tantas alegrías dio a nuestros aficionados. Yo no tengo ninguna duda al respecto en el eterno debate: él fue el jugador más completo de todos los que he visto en un terreno de juego desde el año 1936. Trabajaba adelante, atrás, jugaba con las dos piernas, con la cabeza... Fue un adelantado a su tiempo y revolucionó el fútbol. No sólo marcó muchos goles, además trajo consigo cosas nuevas a Europa.
Para el Real Madrid, tenerle fue algo glorioso. Él correspondió al club y al fútbol entero porque se adelantó y fue el primero en decir: “Quiero jugar y tengo que ganar todos los partidos”. Luchaba y luchaba... Alfredo es una reliquia del Madrid, pero su dimensión va mucho más allá y hasta los adversarios han acusado este golpe que supone su fallecimiento. Sólo hay que ver la presencia de aficionados de Barcelona y Atlético, que le rendían admiración en la capilla ardiente. Eso no lo logra cualquiera, sólo alguien que trasciende los colores con su genialidad. Su marcha ha sido un palo duro para los veteranos. Teníamos una relación muy estrecha con él. La mala noticia nos ha llegado en un momento inesperado. Sabíamos que Alfredo estaba algo desgastado, pero se iba defendiendo. Sorteaba los envites de la vida y luchó hasta el final, como luchaba en el campo... Descansa en paz, amigo.