Onetti hubiera escrito un cuento sobre su paisano Luis Suárez

El gallego. Tuvimos un Luis Suárez gallego. Era una combinación perfecta de lo que hoy serían, si se juntaran en una simbiosis ideal, Iniesta y Xavi, o Zidane e Iniesta. Era elegante, tranquilo, se sabía las jugadas antes de que éstas se produjeran, y era exquisito, un caballero del fútbol en tiempos en que los cheques tampoco eran los protagonistas del invento. Es más: cuando aparecieron los cheques, él fue el primero que recibió uno. Y se fue al Inter, y dejó atrás al Barcelona, donde había creado su leyenda.

El uruguayo. Por eso la aparición de este Luis Suárez a los que ya peinamos tantos años de escuchar o de ver fútbol nos inquietó desde el principio. Este Suárez de ahora muerde, y muerde de verdad. Fue emocionante verlo llorar el día en que arrancó a Inglaterra del Mundial; estaba lesionado, la vida lo había mordido a él, buscaba en el campo a dentelladas (como aquellas que cantaba Miguel Hernández en sus Nanas de la cebolla) la mordida más lujosa del fútbol, el gol. Lo consiguió y entonces lloró, como un poeta herido, de alegría y de gloria. Pero en el partido siguiente acudió sin escrúpulo al hombro de un defensor italiano. El resto es una pesadilla uruguaya que ahora ya está en los tribunales del fútbol y en la memoria estupefacta de la gente. Mordió. ¿Por qué mordió?

Condena. Le pregunté eso, ¿por qué mordió?, a la escritora uruguaya Ana Laura Lissardy, que ha escrito un libro sobre la selección de su país y que ahí incluye, cómo no, un capítulo sobre este galgo mordedor (que hoy adelanta AS). ¿Por qué mordió? Dice ella: “Creo que Luis juega desde el corazón, desde la pasión y el amor por el fútbol que sólo tienen los niños en el campito del barrio. Desde ese lugar juega. Y eso lo hace ser el futbolista impresionante, bestial y sorprendente que es: al verlo jugar uno se da cuenta de que siente el partido con todo, como nadie”.

Virtud. Esa es una virtud, jugar como nadie. Pero, añade Lissardy, “es como si su mayor virtud fuera también su condena. Porque creo que es el primero en sufrirlo. Basta con ver la cara con la que salió de la cancha contra Italia, cuando todos festejaban la victoria”. Pues con esa cara estará ahora pensando qué hizo, recibiendo a la vez el mimo de los suyos y la estupefacción general. Los cuentos de Juan Carlos Onetti, su paisano tan literario y tan futbolero, eran sobre gente como él, gente estupefacta que a veces no se reconocía en el terror del espejo. Pues seguro que Onetti hubiera entendido por qué muerde Luis Suárez.