Brasil empieza perdiendo el campeonato
Brasil abre hoy ante Croacia el campeonato del mundo. Y lo hace en casa. Eso debería ser motivo de celebración para todo el mundo, particularmente para los brasileños, pero no es tan así. Hay protestas en siete de las doce ciudades sede, se temen huelgas de transportes, hay cualquier cantidad de fuerzas del orden en alerta y por si esto fuera poco varios estadios, o sus alrededores, están sin terminar. Sobre mi mesa caían ayer fotos de entrenamientos, salidas y llegadas de unos y otros, pero también de algaradas callejeras y de obras sin terminar. Mucha obra sin terminar. Y esto arranca hoy.
En cierto modo, Brasil empieza perdiendo el campeonato. Frente a la recomendación de la FIFA, que sugería ocho sedes, ha puesto en marcha doce. Más dinero a gastar, más a repartir. El gasto se ha disparado a 11.000 millones de euros, más del doble de lo que costó el de Sudáfrica. Y frente a la promesa inicial de que todo saldría de financiación privada, ha resultado que seis de cada siete euros los pone el Estado, es decir, la gente de la calle. Por lo demás, nadie ignora que se ha robado a mansalva. Joana Havelange, Directora del Campeonato, se permitió hasta hacer una broma estúpida sobre eso.
Dilma Rouseff acudirá finalmente, pero no aparecerá en las pantallas ni hará discurso, por miedo a ser pitada. Falta saber si entrará a gatas en el palco. Tampoco Blatter, acosado en el Congreso de anoche, hará discursito. Hasta Jennifer López dudó si acudir a cantar a la ceremonia inaugural. Finalmente lo hará, entendiendo que contra ella no hay nada. Luego rodará el balón y sobre las espaldas de Neymar, Marcelo y sus compañeros recaerá la responsabilidad de repartir algo de alegría a una nación que se siente burlada y avasallada por la clase dirigente. Como pasa en tantos otros sitios, entre ellos este.