Llega un nombre, no un programa
La ACB ya tiene presidente: Francisco Roca. Presidente, además, ejecutivo. Es decir, con plenos poderes. Eso es una cuestión de fe, porque estando de por medio el Madrid y el Barcelona, cuesta creer que no se sienta mediatizado por los dos clubes más poderosos de la ACB. Ellos fueron quienes desbloquearon una situación que duraba ya ocho meses al dar su visto bueno a Roca para que les ejerza de presidente. Roca se presenta, además, con un buen padrino, pues Miguel Cardenal, presidente del Consejo Superior de Deportes, quería que la ACB copiase los modelos de la LFP, de la cual Roca fue director general, y de cuya época precisamente tiene pendiente una querella que le obliga a presentarse este jueves en el juzgado.
Pero hay que creer en este hombre, porque al parecer no había otro. Roca ha sido elegido sin conocer sus ideas para rescatar a la ACB de la mayor crisis de su historia: ni un solo club genera lo que gasta, se ha cerrado la Liga al no haber ascensos ni descensos por falta de liquidez, las audiencias han alcanzado sus mínimos —266.000 telespectadores el domingo en el Unicaja-Madrid ¡en La 1!—, lo cual ha llevado a cero el valor de los contratos... La ACB dice que Roca logró en la LFP “un crecimiento sobresaliente de los ingresos comerciales gracias a los acuerdos televisivos y de patrocinio”. Pero esto no es fútbol. Es una Liga de baloncesto que persigue intereses que no son los del aficionado. Por eso está como está. Y como no cambie... Roca sabrá.